En comunidades rurales como la precordillera de Riñinahue, donde los riesgos naturales como inundaciones, deslizamientos o erupciones volcánicas son una constante, la participación comunitaria emerge como un pilar esencial en la gestión de emergencias. Este enfoque permite no solo identificar amenazas específicas y vulnerabilidades locales, sino también empoderar a la comunidad para que asuma un rol protagónico en su seguridad y bienestar.
Uno de los aprendizajes más valiosos es la riqueza del conocimiento local. Las personas que habitan el territorio poseen una comprensión única sobre los caminos seguros, las áreas vulnerables y las dinámicas específicas del entorno. Sin embargo, como se refleja en las experiencias compartidas, esta sabiduría requiere ser complementada con herramientas prácticas como señaléticas actualizadas, mapas de evacuación y accesos claros a información confiable. La falta de estos elementos no solo dificulta la respuesta ante emergencias, sino que también puede aumentar el riesgo para quienes visitan la zona.
Además, las redes sociales y comunitarias juegan un rol clave en la gestión de desastres. Espacios como los grupos de WhatsApp, reuniones periódicas y comités de emergencia son herramientas fundamentales para mantener informada a la población y facilitar una comunicación efectiva antes, durante y después de una crisis. Sin embargo, en Riñinahue se evidencia una desconexión que limita el alcance de estas iniciativas, lo cual subraya la necesidad de fortalecer la difusión de información mediante medios accesibles, como folletos o afiches en puntos clave.
Otro aspecto crucial es el rol de las instituciones locales a nivel comunal y regional junto con su capacidad de coordinarse con la comunidad. Si bien existen esfuerzos por parte de entidades como SENAPRED para realizar simulacros y capacitaciones, estos no siempre logran llegar a toda la población debido a la falta de comunicación eficiente y a la incompatibilidad de horarios con las actividades laborales de los residentes como señalan locatarios del sector. Esto refuerza la importancia de diseñar planes de emergencia que integren a todos los actores y que se adapten a las realidades locales.
Por último, el proceso participativo no solo se trata de reaccionar ante emergencias, sino también de prevenir y construir resiliencia a largo plazo. La creación de planes comunitarios de emergencia, vinculados con la municipalidad, permite que las comunidades se organicen y tomen decisiones informadas sobre cómo abordar los riesgos en su territorio. Esto incluye desde identificar lugares seguros hasta garantizar infraestructura adecuada, como grifos de agua para incendios o zonas de refugio claramente señalizadas.
En definitiva, la participación comunitaria en zonas rurales como Riñinahue es mucho más que una herramienta de gestión de riesgos: es un motor para fortalecer el tejido social, empoderar a las personas y construir una sostenibilidad que trascienda las emergencias. Promover estos procesos no solo reduce vulnerabilidades, sino que también refuerza el sentido de pertenencia y el compromiso colectivo, elementos esenciales para enfrentar juntos los desafíos del entorno. 🌍
Comments