Formación ciudadana y discursos de odio
- ObservaCiudadanía ONG
- 23 sept
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En la era digital y del descontento, los discursos de odio no son algo lejano: circulan en redes sociales, en mensajes virales, incluso en declaraciones de actores políticos. Ignorarlos no los hace desaparecer; los normaliza. Frente a esto, los Planes de Formación Ciudadana tienen hoy una oportunidad urgente: enseñar no solo lo que es la democracia, sino cómo reconocer los límites del discurso, cómo proteger los derechos humanos y cómo construir convivencia democrática real.
Según la ONU, el “discurso de odio” (“hate speech”) se refiere a “discursos ofensivos dirigidos a un grupo o individuo basados en características inherentes, como raza, religión o género” Naciones Unidas. No se trata simplemente de palabras desagradables, sino de expresiones que menoscaban la dignidad, que pueden incitar hostilidad, discriminación o incluso violencia. Y la escuela no está exenta de este fenómeno: sus aulas, sus dinámicas, sus redes reflejan lo que sucede afuera.

El estudio más reciente de ICCS 2022 —International Civic and Citizenship Education Study— aporta evidencia relevante: una parte significativa de jóvenes reportan actitudes polarizadas, poca confianza en la posibilidad de diálogo civilizado y dificultad para distinguir opiniones legítimas de expresiones que violentan la dignidad. ICCS también mide competencias ciudadanas que van más allá del conocimiento: disposiciones afectivas, actitudes hacia la participación, respeto por la diversidad, disposición para actuar por los derechos humanos (Elementos que pueden conversar perfectamente con las mediciones de Latinobarómetro)
Esto tiene implicancias directas para los Planes de Formación Ciudadana. Si queremos que estos planes sean efectivos, deben y/o pueden abordar explícitamente los discursos de odio, tanto como problema sociopolítico como oportunidad formativa.
¿Qué puede hacer la escuela concretamente?
Crear espacios seguros de reflexión y diálogo:
Aulas, centros de estudiantes, talleres donde adolescentes puedan conversar sobre lo que han visto, lo que les incomoda, lo que les duele. Que sepan explorar cómo ciertos mensajes —incluso populares— reproducen prejuicios invisibles.
Desarrollar competencias ciudadanas integrales:
No basta con saber qué es la democracia. Es necesario cultivar actitudes de tolerancia, empatía, manejo del conflicto, disposición al desacuerdo sin agresión. Las competencias afectivas y sociales que ICCS describe son fundamentales para esto.
Currículo que articule conocimiento, valores y práctica:
Incluir contenidos explícitos sobre derechos humanos, diversidad, libertad de expresión con responsabilidad. Pero también ejercicios prácticos: análisis de mensajes mediáticos, creación de campañas escolares contra el odio, guías de uso responsable de redes sociales.
Formación docente especializada:
Para que que las y los docentes estén preparados, no solo en contenidos, sino en metodologías que gestionen emociones, tensiones, conflictos, para mediar debates difíciles sin caer en la censura, pero sí en el marco del respeto.
Evaluación e inclusión en la gestión institucional:
Que los Planes de Formación Ciudadana no sean solo papel escrito y/o manifiestos, sino que estén presentes en los PEI, PME, en los objetivos del establecimiento. Que haya seguimiento, seguimiento de actitudes, clima escolar, inclusión, etc.
Formar ciudadanía significa formar sujetos que sepan reclamar respeto, reconocer al otro, disentir sin odio, participar con responsabilidad. Eso transforma el aula, pero también transforma la sociedad.
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