¿Dónde está la educación ciudadana? Entre lo transversal y lo específico
- ObservaCiudadanía ONG
- 20 ago
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En los últimos 35 años, la educación ciudadana en Chile ha transitado por un camino zigzagueante. A veces se ha pensado como un eje transversal, presente en múltiples asignaturas y actividades escolares; otras, como un espacio específico, con contenidos y objetivos propios, más fáciles de ubicar y evaluar.
Este ir y venir no es exclusivo de Chile. Muchas sociedades democráticas han enfrentado la misma pregunta: ¿cómo formar ciudadanía de manera efectiva? ¿Debemos integrarla en toda la vida escolar o darle un espacio curricular definido y visible?
Lo cierto es que ambos enfoques tienen virtudes y costos. La mirada transversal ha permitido superar la segmentación disciplinar y comprender la ciudadanía como un aprendizaje integral, inseparable de la vida social y política que niños, niñas y adolescentes ya habitan. Este enfoque abre la posibilidad de trabajar ciudadanía en la clase de Historia, en Lenguaje, en las ciencias y en los espacios de convivencia escolar.
Es, sin duda, una forma más realista de entender que la democracia se aprende viviendo con otros y no solo memorizando estructuras institucionales.
Pero también hay un riesgo: cuando todo es formación ciudadana, a veces pareciera que no está en ninguna parte.
Surge entonces la pregunta incómoda: ¿dónde está la educación ciudadana? ¿cómo la evidenciamos? Esa invisibilidad puede desdibujar los aprendizajes, hacer más difícil su evaluación y restarle fuerza en contextos donde lo urgente desplaza fácilmente a lo importante.
Por eso, pensar hoy en un Plan de Formación Ciudadana en una comunidad educativa requiere salir de la dicotomía. Se trata de articular los dos enfoques:
Un enfoque transversal, que integre la ciudadanía en la cultura escolar, en los proyectos de aula, en la convivencia y en los planes de gestión institucional (PEI y PME). Así, la ciudadanía se convierte en un horizonte que orienta la vida cotidiana de la escuela.
Un enfoque específico, que aproveche los contenidos curriculares diseñados para la formación ciudadana y que permita dar visibilidad, estructura y continuidad a esos aprendizajes. Esto asegura que haya un espacio reconocible para desarrollar conocimientos, habilidades y actitudes propias de la vida democrática.

La clave está en la integración: usar lo transversal para ampliar y lo específico para profundizar. De ese modo, se avanza desde planes formales —que muchas veces cumplen solo con la exigencia legal— hacia planes efectivos e influyentes, capaces de transformar la experiencia escolar y preparar mejor a las y los estudiantes para la vida en democracia.
En tiempos de desencanto democrático, la educación ciudadana no puede ser un apéndice curricular ni un discurso abstracto. Debe ser visible y vivida, pensada desde las comunidades educativas y situada en sus realidades. Solo así, la escuela podrá cumplir su rol más profundo: contribuir a que cada generación entienda y ejerza su ciudadanía como un derecho, una responsabilidad y una práctica cotidiana.
Director Ejecutivo
Observa Ciudadanía
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