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El modelo de ciudadanía crítica propuesto en el Critical Civics Toolkit (Illinois State Board of Education, 2024)



El modelo de ciudadanía crítica propuesto en el Critical Civics Toolkit (Illinois State Board of Education, 2024) representa un giro necesario en la educación cívica. Frente a modelos tradicionales centrados en la memorización de estructuras del Estado o en valores cívicos abstractos, este enfoque sitúa la acción cívica en el presente, en el territorio y en la experiencia real de los estudiantes, reconociéndolos como agentes activos capaces de transformar su entorno.


El modelo se articula en torno a cuatro pilares fundamentales, que permiten llevar la ciudadanía más allá del aula y convertirla en una experiencia concreta, situada y reflexiva:


1. Raíz comunitaria y sensibilidad al contexto


La ciudadanía crítica parte de la premisa de que la participación cívica significativa solo puede surgir desde la realidad vivida. Esto implica que los proyectos, debates y acciones ciudadanas que se trabajan en el aula deben responder a los desafíos que enfrentan las comunidades reales de las y los estudiantes: la violencia, la segregación, la falta de espacios públicos, la desigualdad de género, entre otros.

Este enfoque exige una pedagogía que investigue el entorno con las y los estudiantes, que los invite a observar, entrevistar, mapear y comprender el territorio como espacio político. La comunidad deja de ser un “tema” y pasa a ser el punto de partida y llegada de todo el aprendizaje.


2. Liderazgo estudiantil con acompañamiento docente

A diferencia de enfoques centrados exclusivamente en la figura del docente como transmisor de conocimiento, el modelo de ciudadanía crítica reconoce que los jóvenes tienen ideas, preguntas y experiencias que deben guiar los procesos formativos.

El rol del docente se transforma: es facilitador, guía, apoyo técnico y ético. El liderazgo lo ejercen los propios estudiantes, quienes definen las preguntas que desean explorar y las formas de actuar cívicamente, dentro de un marco colaborativo.


3. Inclusión de estándares educativos

Este modelo no renuncia a los estándares ni al rigor pedagógico. Por el contrario, los reinterpreta desde una lógica situada, en la que los aprendizajes disciplinarios —como habilidades de argumentación, análisis de fuentes, pensamiento crítico o investigación— se ponen al servicio de la acción ciudadana concreta.

Así, se demuestra que es posible articular formación ciudadana crítica con objetivos curriculares, superando la falsa dicotomía entre teoría y práctica.


4. Espacios reflexivos como parte del proceso

La ciudadanía crítica no es solo hacer, sino también pensar lo que se hace. Este modelo promueve la incorporación sistemática de espacios de reflexión colectiva, donde las y los estudiantes analizan lo que han aprendido, lo que ha resultado, lo que ha fallado y lo que podría cambiarse.

Este proceso fomenta la autocrítica, el diálogo y la conciencia ética, pilares esenciales para una ciudadanía que no sea pasiva ni dogmática, sino activa y en construcción permanente.


El Critical Civics Toolkit nos recuerda que formar ciudadanos no es solo enseñar derechos y deberes, sino crear las condiciones para que las y los estudiantes ejerzan su poder de transformación social desde sus contextos, sus preguntas y sus comunidades.

Incorporar estos pilares a los planes de formación ciudadana puede ser una vía concreta para repolitizar la educación cívica, dotarla de sentido y conectar la escuela con la vida democrática que urge revitalizar desde lo local hacia lo global.


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