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Educar para Participar: La Ciudadanía que se Aprende Viviendo



taller de ciudadanía

En tiempos donde la democracia enfrenta desafíos crecientes, la educación ciudadana adquiere un valor estratégico. No solo por su potencial formativo, sino porque plantea una visión transformadora de cómo los jóvenes se relacionan con su entorno: no como espectadores, sino como actores centrales en su mundo cívico.


El marco de evaluación del ICCS (International Civic and Citizenship Education Study) —heredero del modelo CIVED— sostiene que los estudiantes aprenden sobre ciudadanía no solo en la sala de clases, sino también a través de sus interacciones con múltiples comunidades. Este aprendizaje se da en la experiencia cotidiana: en su escuela, barrio, redes sociales o en el ejercicio de sus propias creencias y valores. Cada estudiante, en este enfoque, es parte de una o más comunidades, entendidas como grupos con intereses, valores u objetivos compartidos, donde se juega su sentido de pertenencia y participación.

En este sentido, un Plan de Formación Ciudadana en el contexto escolar debiera considerar no solo contenidos curriculares, sino también prácticas institucionales que permitan vivir la ciudadanía. A nivel curricular, esto implica incluir experiencias de aprendizaje que integren conceptos como ciudadanía, participación cívica, gobernanza, toma de decisiones colectivas y deliberación democrática. Pero a nivel de gestión educativa, también se deben fomentar espacios reales de participación, como centros de estudiantes activos, consejos escolares deliberativos, y redes de colaboración con actores sociales del territorio.



taller de ciudadanía

El marco ICCS distingue entre lo cívico (las estructuras y procesos de participación en comunidades más allá de la familia) y lo civil (los espacios donde interactuamos sin ser parte directa del Estado). Comprender estas distinciones permite que los establecimientos educativos diseñen experiencias pedagógicas y comunitarias que conecten a los estudiantes con sus responsabilidades y derechos, tanto dentro como fuera del aula.


Educar para la ciudadanía, entonces, no es solo enseñar normas o estructuras institucionales. Es crear condiciones para que cada estudiante ejerza una ciudadanía vivida, contextualizada y significativa, entendiendo que su participación tiene impacto, tanto en su escuela como en su sociedad.

 
 
 

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